Nunca he simpatizado con el PSOE. Nunca lo he considerado de
izquierdas. Resulta perjudicial para la salud democrática de un país, que un
partido se convierta en una enorme maquinaria electoral, cuyo objetivo es
recaudar votos para conseguir el estatus de sus miembros.
La situación institucional a día de hoy, es fruto de la
incapacidad de los actores políticos para establecer un diálogo sin
condiciones. Se rehúye del debate. Se busca poder imponer los postulados
propios. De acuerdo, es a través de las urnas. En otro tiempo oscuro en la
historia de nuestro estado, se consiguió a través de una dictadura. No es
comparable, pero si es molde de lo que sucede a día de hoy.
Hoy el PSOE decide que se abstendrá en segunda votación para
la investidura de Rajoy. Han decidido que el partido está por delante de los
intereses del país diciéndole a la opinión pública lo contrario. Unas terceras
elecciones hundirían al partido de Ferraz. Necesitan tiempo. Haciendo esto
avalan la gestión del partido nacido del franquismo sociológico. La fractura
social va a continuar. Se va a convertir en la dinámica de España
Durante meses, los partidos han demostrado que no saben
sentarse a negociar buscando los pactos necesarios para formar un gobierno
estable. El Partido Popular no sabe negociar. No entiende lo que es. Les suena
formalmente, pero desconocen lo que supone. La democracia es un sistema que en
su esencia respeta a las minorías. Ellos mientras tanto, están en el debate de que
gobierne la lista más votada, lo que blindaría a los partidos mayoritarios. O
sea consagrar el bipartidismo.
Los resultados de los últimos comicios no le dieron la
mayoría. No importa las veces que lo repitan a través de sus serviles medios de
comunicación. La mayoría en un sistema parlamentario, es la mitad más uno. Eso es
así para evitar los rodillos y favorecer la cultura del pacto, del acercamiento
de posturas, el diálogo y la confrontación de ideas. Ellos han sido el partido
más votado de los que se presentaron a las elecciones, el 26J. No el
mayoritario. No tienen ningún derecho adquirido para gobernar. Solo lo
obtendrían con un respaldo mayoritario de la cámara, lo que con los números de
escaños obtenidos, supone la cooperación necesaria con otras fuerzas políticas.
El PSOE ha decidido ayudarles. Se ha impuesto en votación en
el comité federal la opción de abstenerse. No valía solo decir que no, sin
plantear alternativa. No era posible puesto que el socio más cercano, Unidos Podemos,
les parece rival electoral a batir. El sector más tradicional del PSOE, áquel
que no tiene otro oficio que el de ser político, ha decidido que eso era
intolerable. Ha sentido que usurpaban sus derechos y privilegios y puso todo su
empeño en destituir a Pedro Sánchez con una guerra sucia.
Les ha parecido mejor opción, apoyar a un partido de
derechas que gobierna para que un determinado sistema de privilegios que
fagocita a la clase trabajadora, continúe en el poder. Los socialistas serán cómplices
de un partido que en su esencia está la corrupción, el clientelismo, los
sobresueldos y en definitiva partícipes de la visión del PP de que el poder es
suyo. Que nadie lo entiende mejor que ellos y no hay nadie mejor para ejercerlo.
Resumiendo, que les pertenece
El PSOE ha sido cobarde. Se olvidan de que un partido no es más
que una herramienta, en un sistema democrático como este, para defender ideas. Quieren
su trozo de pastel en este sistema que hasta ahora les ha beneficiado con un
bipartidismo oficioso. Ha preferido atrincherarse para poder rearmarse y volver
a él. Si piensa realmente esto, es que no ha sabido interpretar los nuevos
tiempos. Si no los sabe interpretar, tampoco está listo para gobernar.
El PSOE no ha salvado España. La ha condenado a un período
de inestabilidad que nos llevará pronto a otras elecciones. A partir de ahora
hay que sentarse a hablar para sacar adelante reformas legislativas y los
presupuestos. Nadie habla de este segundo paso. ¿Cómo podrían aprobarse? Quizá
el PSOE piense en dar apoyo incondicional a dichas medidas. O tal vez, perdió
hace mucho el pulso de la calle porque estaba más preocupado ocupándose de sus
intereses de partido.