La radio me ha hecho compañía desde siempre. Suena a
viejuno, pero es totalmente cierto. Ha estado conmigo cada vez que he residido
fuera de España y me ha hecho sentir como en casa. Eso no significa que todo lo
que sale por las ondas sea merecedor de loas y parabienes. Me explico.
Con el período veraniego, los programas radiofónicos cambian
de voces y los nuevos conductores proponen nuevas secciones. Uno de ellos ha
tenido a bien invitar a un psicólogo para que hable de cómo sentirnos mejor
(así a granel, sin matices). A priori me sonó a buena idea y le puse toda mi
atención. Pasaron pocos minutos para que me sintiera decepcionado.
El señor con tono de párroco enrollado, proponía que
fuéramos felices. Grande el aplauso!! ¿Cómo no se nos había ocurrido antes? Ustedes
con sus vidas mediocres y resulta que había algo que podían hacer para sentirse
mejor y no lo estaban poniendo en práctica! Hay qué ver como son eh? Qué les
gusta un sufrir para sentirse el centro de atención. El señor continuaba
proponiendo que nos lo tomáramos todo de
forma positiva. El argumento, brillante disquisición intelectual sin duda, posee
una profundidad teórica incuestionable. Ahonda en matices y en sí mismo propone
unos dilemas que confrontan los esquemas mentales, sociales e incluso
morales de todo aquel que lo lea. “Piense en positivo”. Señor psicólogo
radiofónico, usted es gilipollas.
En su discurso y ante las preguntas del periodista seguía
insistiendo en que TODO nos lo podemos tomar de forma positiva sea lo que sea.
Sinceramente he visto dedicatorias en las solapas de las carpetas del cole con
más calado.
Un par de semanas después el sermón del señor giró en torno
al mundo laboral. La genialidad del artista de la charlatanería proponía que si
un día no nos encontrábamos bien en el trabajo, sencillamente nos fuéramos a
hacer algo que realmente nos apeteciera, porque no iba a ocurrir nada. Sin duda
tal aseveración proviene de una persona curtida en el mundo laboral conocedora
de sus características y que necesita pagar todas las facturas a final de mes. Caballero
usted debe de ser tonto honorífico.
La cuestión, es no hacer nada, sino repetirse un mantra, una
frasecita mental que hará que todo cambie (“piense en positivo”) o bien en
llevar a cabo una acción excéntrica desapegada de las prácticas sociales y que
además nos acarrearía consecuencias jurídicas (váyase de su trabajo si no está
bien un día, no importa que sea neurocirujano y tenga al paciente con el
cerebro abierto en canal, el que importa es usted”)
La verdad es que hay auténticos
genios.
Hoy no voy a hacer la crítica a estos métodos que proponen
recetas mágicas y que para mi gusto no hacen nada más que decir obviedades
aplicables a cualquiera y carentes de finalidad terapéutica alguna (ese ansiado
artículo llegará algún día, lo prometo). Expongo este caso como muestra de algo
que no se sostiene por si mismo. Hablo de uno de tantos charlatanes que han
montado su negocio en base a las necesidades de la gente, en torno a una idea
que por cierto funciona como un monolito. Una idea que es difícilmente rebatible
ya que supone una verdad. “Sea feliz” Punto.
Las cosas en la vida, se consiguen trabajando, modificando
puntos de vistas e introduciendo nuevas formas de actuar. Si no, estaremos
rezando, repitiendo un salmo “sea feliz, piense en positivo” para que alguna
deidad laica lo recoja y haga el trabajo por nosotros.
Ya lo he dicho
Sean felices ;)